DE EUGENIO A DARWIN. QUEMANDO MÉDICOS EN EPIDEMIAS ESTACIONALES.

Creo que el genial Eugenio, no contó nunca esta historia, pero me parece que sería de su agrado:

“Saben aquel que diu que va un Señor a su médico y le dice: 

-Doctor, que mala cara tienen usted hoy. 

-Es que he visto 200 pacientes en 24 horas y estoy sin dormir. 

-Pues cuídese. Haga como yo, que a lo mínimo que tengo vengo al médico.”

Pues no es ningún chiste, y tiene muy poca gracia. Esto está pasando en las consultas de Atención Primaria desde hace días, y durante este puente festivo que muchos han disfrutado, se han alcanzado cifras nunca vistas. Coincide el aumento de la demanda con el incremento estacional de infecciones respiratorias invernales (hasta ahí puede entenderse parte del aumento) pero no toda la culpa es de los virus. Hay tres factores que dejan al aire, una vez más, las vergüenzas y la fragilidad de un sistema sanitario que presume de modélico:

1.- FALLO DE LA PREVENCIÓN. Que habría un repunte viral, además aumentado postpandemia, se sabía desde hace semanas. Que durante la pandemia lo primero que se redujeron, no fue el COVID, sino el resto de los virus circulantes, con una casi desaparición de la gripe, demostró que las medidas físicas (mascarilla, higiene de manos) contra quienes eran muy eficaces era contra la gripe. AL COVID quién lo doblegó fue la vacunación, lógico al ser un virus muy contagioso y con inmunidad nula poblacional. Bueno, pues no aprendimos nada de nada de la pandemia: las mascarillas son testimoniales e incluso se ha perdido su dignificado protector: un taxista me decía ayer “si te ven con mascarilla piensan que les vas a contagiar y no se suben” (literal).  Las aglomeraciones de Navidad han sido mayores que nunca y la protección de colectivos vulnerables (ancianos, enfermos respiratorios), muy escasa. Las cenas familiares a las que acuden felices y a cara descubierta personas que el día anterior compartieron cenas de empresa en lugares atestados y cerrados es la norma, y en 48 horas el abuelo tosiendo a Urgencias.  De nada vale que los profesionales sanitarios sigan usando mascarilla. Y el número de vacunados, en nuestros datos, ha bajado a cifras casi de prepandemia.   No sé si es peor la sensación social de que “como no hay COVID, toda prevención respiratoria en invierno es  superflua” o la sensación de rebufo tapagujeros que produce que ahora salgan desde las autoridades sanitarias a dar el mensaje preventivo. “hay que usar mascarilla al mínimo síntoma o si tratas con personas vulnerables” y “hay que relanzar la vacunación”. A buenas horas. Cuando en 7-10 días alcancemos picos epidémicos que nos recuerden la pandemia, pensemos en ello. Algo tendrán que decir las Autoridades de Salud Pública. Por si acaso no se dan cuenta, un apunte médico básico: no sirve de mucho ponerse un condón después de la fecundación. De nada.

  1. DESPREOPCUPACIÓN POR LA SEGURIDAD DEL PACIENTE. Las cifras de asistencia consecuencia de lo anterior, son dantescas y no admiten paliativos. Las asistencias en Atención Primaria se cuentan por miles en un fin de semana, de los cuales muchos son procesos banales porque sigue la teoría de “ir al médico a que te diga si es un catarro o una gripe” CUANDO DA LO MISMO MIENTRA NO HAYA SINTOMAS DE ALARMA. En urgencias hospitalarias y camas de hospitalización, por cientos, donde tienen un papel destacado los crónicos agudizados, y en las UCIs por decenas, y ya empieza a sobrevolar la sombra de la falta de camas. Lo único que ha vuelto a paliar la situación, una vez más, es el esfuerzo y el trabajo del personal sanitario, con los médicos y facultativos como siempre bregando con la máxima responsabilidad. Ya sé que esto al común de los mortales le da lo mismo, “oye, si el médico en vez de 20 tiene que ver 100, que se fastidie, no haber estudiado.” Y ¿cómo se les va a dar descanso?, “que trabajen más que no hay médicos y cobran mucho”. Pero no les va a hacer gracia cuando les digan esto: ir al médico por síntomas leves es un peligro para la seguridad del propio paciente. El índice de decisiones equivocadas depende del número de casos leves que se ven y del cansancio acumulado. Si ves muchos casos banales en poco tiempo, es difícil percibir señales sutiles de alarma, y por otro lado, el agotamiento físico y psicológico termina por facilitar errores. Esto se combate habitualmente subiendo el nivel de sospecha, para evitar que se escape nada, y eso termina en un aumento de la yatrogenia. O acaba en un Hospital, otro sitio peligroso si no tienes que ir por riesgos como la temida infección nosocomial. No hay calidad posible. Además, se perjudica de forma clara al paciente grave, ya que el sistema se colapsa y no se le puede atender con celeridad. O te pasas, o te quedas corto. Vamos, que sobrecargar a los servicios médicos con síntomas leves es la peor idea que debería tener un paciente sensato.  Lo contrario es darwinismo social: sólo sobreviven los más adaptados, sobreviven literalmente. Están advertidos.

3.- INDIFERENCIA ANTE EL SUFRIMIENTO LABORAL DEL PROFESIONAL. EL razonamiento gestor es simple: las personas quieren acudir al médico, cualquier indicación que coapte su “libertad”, como que no deben ir ante casos leves o que deben usar mascarilla o vacunarse, será visto como una “imposición” e igual acaba restando votos a quién le sustenta. Vale que los médicos están al límite, pero ¿Y si no hay médicos, ¿qué se puede hacer? Hay dos cosas evidentes, que sabrían si nos hubieran preguntado:

1) Reforzar dispositivos. EL aluvión puede pillarte desprevenido un día. NO TRES, CUATRO NI CINCO SEGUIDOS. Eso ya es indiferencia. Con las cifras manejadas, hay que tener reforzados los dispositivos. Y si hay que ofertar más guardias, ofertarlas. Muchos compañeros quizá se hubieran prestado a ayudar, pero no se les ofreció.   Es vergonzante que ahora salgan con que “se dispone de un plan de contingencia, pero no hizo falta ponerlo en marcha”. 5.000 pacientes en la Asturias central en 48 horas no es suficiente para ponerlo en marcha. Pues o ese plan no existe o está muy mal diseñado.  Ah, y una variación sobre el mismo tema. Hay compañeros que resisten mejor el estrés, pero claro, estos cuerpos de “elite” capaces de sobreesfuerzos titánicos hay que pagarlos. Y muy bien. Forzar a los que están en esta lucha desigual es quemarlos en la pira de la demagogia y el consumismo sanitario.

2) Mejorar condiciones. Mantras políticos: “Hay que cuidar la salud de quienes nos cuidan”. Pues perfecto, lo estamos bordando: entre el burn-out y la presión psicológica, la mitad de los que aún no hemos emigrado terminaremos en el PAIME en breve (y menos mal que disponemos de él, es un gran servicio). A ver si van a creerse que somos indestructibles. Otro mantra: “Hay que hacer Asturias atractiva para atraer facultativos”. Pues otro foco de lucimiento.  Un residente de primer año que compartió una de estas “guardias” (por llamarlas algo) en un centro de salud, le dijo a su adjunto no sin cierto terror “esto no lo quiero”. Luego nos extrañamos que los residentes de MFyC al terminar, huyan a urgencias hospitalarias, a otras CCAA o a otros países. El compañero que definió las “guardias” en atención Primaria como “mataderos de vocaciones” estaba muy acertado. Pues no sé si lo hemos dicho bastantes veces: si no conseguimos fidelizar los residentes que acaban, no hay recambio. Otro verano como el pasado u otra Navidad como esta, ya no podrán volver a contar con carne fresca. Y ya vamos con déficit. Si todo fuera bien, alcanzamos el equilibrio en 2027. Uy, que casualidad, año electoral. Pero ¿Y si no lo alcanzamos? Ah sí, pagan el pato los que decía Darwin.

¿Soluciones constructivas? Hace dos años una compañera y delegada nuestra, la Dra. Laura López, lo explicó magníficamente en un artículo de opinión: “devuelvan la autoridad a los médicos. Déjenles hacer lo que saben, repartan tareas, eduquen a la población y escuchen y defiendan a los que están al pie del cañón”. No hay más preguntas, señoría.

 

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